sábado, octubre 09, 2004

La vida es un chiste, después te mueres.

Cómo una noche más. Salgo, camino por aceras, esquivando caras, oliendo alcohol, escuchando fragmentos de las historias de la gente sin sentido para mí, llorando por dentro las risas de los demás. Sigo caminando entre luces de farolas, solo oigo ruido, gritos, llantos, berreos estúpidos o jadeos, y después nada, me da igual. Cualquier bar es una buena puerta para entrar en el infierno de recuerdos que siempre busco. La cerveza fría entra sin pedir permiso, trago trás trago, sentado en una esquina, hago lo que se me da mejor: recordar tiempos mejores, mirar hacía atrás. Recuerdos, ya fugaces, o viciados por el paso del tiempo, simples recuerdos...como marca de una realidad que cuando me esté pudriendo, poco importará si ha sido cierta o no. Como a todos. Me río por dentro, unos ojos me miran creyendo que no me doy cuenta. ¿Asco, curiosidad, lástima? La verdad es que no me importa mucho. Me enciendo el último cigarrillo y dejo que el humo queme mis pulmones, lo único caliente que sentiré esta noche. Apuro el último trago y salgo para ir ninguna parte. Cada vez hay menos personas y más borrachos, vomitando ruidosamente sus frustraciones en una esquina. Me río de ellos y sus lamentos, de sus penas... que se jodan.Y me río sin encontrarle la gracia a todo esto.
Sigo andando hasta hartarme de no encontrar un camino y abro los ojos para volver a la realidad. No he salido, simplemente estoy sentado en la penumbra, con la soledad, esa zorra que nunca te abandona, abrazándome. Intento sonreír y me enciendo el, ahora sí, último cigarrillo, cómo una noche más.
|